Montañismo Zaragoza  13 jul 2020

UN PASEO AL PICO DEL ÁGUILA

UN PASEO AL PICO DEL ÁGUILA

De madrugada, la serpiente milenaria anda de caza. Su cola agita un cascabel a las puertas de la Estación Internacional de Canfranc. Oculto bajo la penumbra de un colosal bosque de hayas, por el que el sol y el viento no se atrevieron jamás a darse una vuelta, su terroso cuerpo serpentea a lo largo de una interminable cuesta. Solo el canto de los pájaros y el rugir de Cola de Caballo [1560 m]; osan rasgar la energía telúrica del templo en donde vivían y se escondían de los romanos, nuestros ancestrales druidas. Al llegar a un afilado collado, el ofidio levanta del suelo su testa perseguida por su cuello. Su bífida lengua escruta el espacio recolectando información presta para atacar a su presa. Sus ojos de fuego se clavan como garfios en el pico del Águila [1972 m]. La rapaz, ignorante del peligro que le acecha, de espaldas al reptil despliega sus alas para sofocar el calor que le atenaza. Con dureza, sus zarpas se aferran a la quilla de la montaña. El águila real otea con su penetrante mirada el valle desde su improvisada atalaya. El aire levanta sus plumas. El tiempo se para. La testa agacha. En el cañón, la vida transcurre como si nada. Mientras que, en el horizonte, los titanes: Midi d´Ossau, el Collarada, La moleta, la Canal de Izas y otros; se estiran, bostezan, se levantan, se asean cuando el sol se digna en hacer acto de presencia al despuntar la mañana.

Es un paseo apto para todo tipo de caminantes que, por la belleza de sus vistas, es muy sugerente para dejar volar la imaginación.

Venancio Rodríguez Sanz



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