Era bella. Inmensamente bella.
Yo la amaba, rendido a sus encantos
mientras ella, radiante cual estrella
me sumía en temores y quebrantos.
La adoraba. Su porte de doncella…,
sus ojos…,su mirada…Fueron tantos
los momentos que en mí dejaron huella…,
tantas risas..., sonrisas…¡tanto llanto…
Mas se fue. Se marchó en un día aciago
de verano. Partió sin despedirse
y me dejó sumido en el desvelo.
Mi corazón partido aún hace amago
de morir, y con ella reunirse
a vivir su sonrisa desde el Cielo.